Tengo
un amigo aquí, un mejor amigo aquí. Le falta media dentadura y vende papas
fritas, camote y almendras a la entrada del muelle. Es muy mayor y cada vez que
me ve se muestra ligeramente contento. Algunas veces me saluda efusivamente, e
incluso las veces que está en pie me da un abrazo que yo a veces trato de
evitar sin acierto. Es un buen hombre, se ve a distancia. Me pregunto cuantos
años llevará en esta parte del Pacífico, bajo el sol, viento y salitre. Es
digno y honesto, valores.
En
la oficina de Chiclayo, por fuera de la Casa Comunal encuentro todos los días a
un chaval en muy mal estado. Algún día le doy algo de comer o unas monedas.
Indirectamente he sabido de su historia: tiene unos 20 años, huye de una
familia desestructurada en Piura, trabajó en un Circo donde le pegaron y tomó
un BUS hasta aquí sin saber muy bien como continuar. Cuando le hablo ni
siquiera me mira y no parece procesar la información, tiene miedo. Un hombre-niño
derruido por la vida con 20 años. Injusto.
Viajo
a Lima, me vendrá bien un cambio de aires. Mi carácter se agrieta y la lejanía de todo se hace ver.
Sean
felices J
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