lunes, 5 de septiembre de 2011

Sacado del horno

Hola,

Ayer llegaba de Marsella, entre gargantas de mar y lluvia dulce. Los barcos evocan sueños que todos deseamos, ansiosos de navegar el mediterráneo y saborear todo lo bueno que hay en él, bordeamos cimas y senderos, averiguando nuevas praderas y nuevas historias, como la vida misma.

Me bañaba entre el verde y el azul oscuro casi negro cuando, de repente, se hacía familiar un acento y un idioma. Dos chicos que venían de Madrid en coche acompañaban la pequeña playa en la que estábamos. Ellos eran la prueba verídica y real de lo que había visto en las noticias desde Francia hace semanas: “Merkel ofrece trabajo cualificado a jóvenes españoles en paro”. Me explico. Después de hablar un poco entre chapuzón y salchichón, nos reconocíamos mutuamente, ¿qué haces aquí, a dónde vas?

Ellos resultaron ser parte del ejército de jóvenes sobradamente pre-parados (como he visto escrito en algún lugar que ni me acuerdo) que suben la costa Ibérica hasta Alemania en busca de mejor fortuna, es decir, a trabajar a Alemania. Yo me he quedado en medio jeje.

Como la fuerza que un músico quiere poner en su música, como se suben las montañas, como se saltan los precipicios, como se encienden otra vez las luces apagadas, como se enfrentan las inoportunidades, como los días sin fin, quien sabe cuándo, el entusiasmo a de estar presente. Este lo reconozco en “la boda” de mis amigos, en las ganas de ampliar familia en otros amigos del norte, y también del sur, en la ciudad de Montpellier, que abre sus puertas en Septiembre a miles de estudiantes, como una primavera anticipada de alegría que la hace un poco más mediterránea si cabe, más caribeña, aunque no quepa.

En la soledad de una mañana se puede imaginar el futuro, en el transcurso de una búsqueda se pueden perder muchos instantes. ¿Porqué perder los trayectos de que disponemos? Acción, atención.

Un abrazo